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Hipertrofia cardiaca: corazón grande o síndrome del corazón de atleta

5 abril, 2017Fisiología del ejercicio, Salud, Sin categoría2 comentariosPaloma Sala

La práctica de un esfuerzo físico conlleva una serie de respuestas por parte de nuestro organismo. Si este solo se realiza en un determinado momento, de manera aislada como por ejemplo jugar un día un partido de tenis, nadar en la playa o piscina, realizar una caminata por el monte, etc, y esto no se repite dos, tres o más veces en poco tiempo, estamos frente a una «Respuesta Fisiológica Aguda». En este tipo de respuesta el organismo intenta suplir las necesidades temporales de este esfuerzo físico, pero este esfuerzo no deja ninguna huella y ha servido para pasar un rato aislado de deporte y poco más. En resumen, se realiza una demanda aguda y se obtiene una respuesta también aguda.

Otra cosa es, cuando este esfuerzo físico se repite con una determinada intensidad, duración y periodicidad en el tiempo, claramente estamos frente a lo que llamamos un «entrenamiento». Sobre las posibilidades de que estas tres variables difieran en mayor o menor grado va a influir la edad del individuo y la condición física de la que se parte al principio de todo el proceso. Además sobre la peculiaridad de cada uno en responder de una manera o de otra a este entrenamiento van a influir factores genéticos que van a condicionar, que aunque un grupo de personas realice el mismo entrenamiento, la respuesta en el rendimiento va a ser diferente por estar condicionada por factores genéticos individuales. La respuesta que obtenemos frente a este estímulo del ejercicio físico continuado es la de una adaptación crónica del organismo en general.

ADAPTACIONES GENERALES DEL EJERCICIO

Los efectos biológicos que van a tener lugar como consecuencia de esta adaptación crónica se van a manifestar básicamente sobre el sistema músculo-esquelético (hipertrofia del músculo, aumento de la fuerza, velocidad, elasticidad mayor de los ligamentos, etc.), sobre la sangre (aumento del hematocrito, hematíes, etc.), sobre la composición corporal (reducción de la grasa corporal, aumento del músculo o masa magra, etc.), pero sobre todo, los cambios más importantes, son los que tienen lugar sobre el sistema de aporte de oxígeno, que está constituido principalmente por el aparato respiratorio y por el sistema circulatorio (corazón, arterias, arteriolas, capilares y venas).

Aparato respiratorio y circulatorio

 

DIFERENCIAS ENTRE EL MÚSCULO CARDÍACO Y EL MÚSCULO-ESQUELÉTICO

 

Músculo-esquelético

Músculo cardiaco

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es obvio que el músculo cardiaco se diferencia del músculo-esquelético, tod@s comprendemos que un trabajo físico nos puede llevar a la extenuación por agotamiento del músculo-esquelético y que este para recuperarse necesita un tiempo de reposo y de descanso, lógicamente el corazón no se puede tomar ni un segundo de descanso.

Estas diferencias nos hacen comprender que aunque se trate de músculos, las diferencias entre ellos son evidentes. Desde el punto de vista del almacenamiento de energía, el músculo-esquelético tiene una disponibilidad para cerca de 1h y, a partir de ahí, echa mano de otras fuentes de glucógeno (glucógeno del hígado) y luego de las grasas, etc. Sin embargo, el corazón tiene muy poco espacio dedicado al almacenamiento, por lo que su energía se agotará si realizamos un esfuerzo máximo de unos 16-18 segundos y en condiciones de reposo en 40 segundos aproximadamente. Estamos entonces frente a unas células musculares cardiacas especializadas en obtener muy rápidamente moléculas de alta energía (ATP, fosfato creatinina) ya que dispone en sus células de una concentración mayor de mitocondrias (son la fábrica del ATP), que el resto de células musculares, pero a su vez para obtener esta gran cantidad de energía tienen estas células una dependencia «casi» exclusiva del oxígeno.

ADAPTACIONES DEL CORAZÓN AL EJERCICIO FÍSICO

 

Corazón de atleta

 

El corazón en el máximo esfuerzo, extrae todo el oxígeno al máximo que puede extraer desde la sangre, y para suplir esas necesidades mayores durante el ejercicio, lo que hace es «aumentar» el tamaño de las «cañerías», estas se adaptan aumentando el calibre, bien temporalmente durante el ejercicio (vasodilatación) o aumentando el diámetro de los vasos de manera constante, por ello podemos encontrar en los atletas de élite como ciclistas, corredores de fondo, etc., arterias coronarias con un tamaño el doble o el triple del calibre de un individuo normal.

Sobre el corazón se van a producir unos cambios básicamente definidos por una hipertrofia del músculo cardiaco (aumento del tamaño de la fibra cardiaca) aumento de las cavidades de los ventrículos, reducción de la frecuencia cardiaca en reposo y en el ejercicio submáximo y aparición de alteraciones en el ECG basal consistentes en alteraciones de la repolarización, trastornos de la conducción y algún tipo de arritmia, siempre benignas. Todos estos cambios producen lo que se llama «el síndrome del corazón de atleta» y es la expresión de una adaptación crónica del corazón a una demanda continuada en el tiempo y a una determinada intensidad de ejercicio.

Otra adaptación del corazón cuando se realiza un entrenamiento aeróbico regular, es un alargamiento de la fibra muscular cardiaca que conlleva a un aumento de las cavidades cardiacas, esto es lo que se conoce como cardiomegalia. Las consecuencias de este aumento del tamaño son que en cada «embolada» de sangre, el volumen de esta es mayor y, por consiguiente, la cantidad de oxígeno que transporta la sangre en cada latido está aumentada. Otra de las adaptaciones importantes es la reducción de la frecuencia cardiaca tanto en reposo como en el esfuerzo submáximo (entre el 70-75% del máximo). Esto significa que un individuo en reposo, sin entrenamiento, su corazón tiene una frecuencia de latidos por minuto aproximadamente 70 y como la cantidad de sangre que bombea de media es alrededor de 70 cc en cada latido, si multiplicamos las dos cifras obtendremos un total de 4900 cc de sangre por minuto (a esta cifra se la conoce como gasto cardiaco, cantidad de sangre bombeada por el corazón en un minuto).

En un individuo entrenado, en reposo, su corazón puede latir alrededor de 40 latidos y como el corazón de este individuo está agrandado, la cantidad bombeada sería mayor y ésta supondría aproximadamente una media de 120 cc de sangra en cada «embolada», si multiplicamos los dos valores, obtendremos un total de 4800 cc, de este modo podemos observar como en reposo se bombea la misma cantidad de sangre por los dos individuos.

Otra diferencia es la que ocurre a niveles de ejercicio submáximo. El individuo no entrenado está empezando a cansarse y el individuo entrenado, para hacer el mismo esfuerzo y bombear la misma cantidad de sangre que el no entrenado, necesita menos pulsaciones y, por lo tanto, realiza el mismo nivel de trabajo con menos esfuerzo. Ya en el esfuerzo máximo podemos observar como los dos individuos tienen a sus corazones latiendo al máximo, como es lógico podemos calcular como el individuo entrenado bombea más sangre que el no entrenado, pudiendo, a veces, alcanzar este incremento hasta un 70-80% más de sangre en uno que en otro. El individuo entrenado realiza esfuerzos más duros y de mayor duración al bombear su corazón más sangre.

Con respecto a la frecuencia cardiaca, hemos visto que con el entrenamiento ésta puede reducirse en reposo y en el ejercicio submáximo, pero en el ejercicio máximo, ésta no se modifica. La frecuencia cardiaca máxima viene condicionada normalmente por la edad.

Frecuencia cardiaca

 

Estos cambios sobre la frecuencia cardiaca en reposo y en el esfuerzo submáximo, suponen la adaptación más importante que el corazón realiza como respuesta al entrenamiento y, de entre todas las modificaciones que se engloban dentro del «síndrome del corazón de atleta» y que hace años eran consideradas como una enfermedad cardiaca y hoy en día sabemos que son normales.

Etiquetas: Corazón, Corazón de atleta, ejercicio físico, Electrocardiograma, Frecuencia cardiaca, Pulsaciones
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